Este domingo fue publicada en el diario Clarín de Argentina
una entrevista al presidente de Chile Gabriel Boric. En un segmento de
respuestas rápidas denominado “Al toque”, le preguntaron, sobre qué sociedad
admiraba más.
El joven mandatario chileno respondió que era la sociedad
uruguaya la que más admiraba. Textualmente dijo: “Admiro, esto no sé cómo va a
caer, pero me gustan mucho los uruguayos”, indicó Boric, sin agregar más
comentarios.
La respuesta cobró importancia porque se conoció el día
anterior al primer viaje oficial que realiza Boric y lo hizo con su país vecino
y principal socio comercial, la República Argentina, lo que explica entonces
esa frase subordinada “esto no sé cómo va a caer”.
Es raro que un chileno, y en este caso el presidente, y
hagamos abstracción de las diferencias futbolísticas que han transformado en un
clásico el enfrentamiento Uruguay Chile, ponga como ejemplo a Uruguay o que
admita que admira a la sociedad uruguaya.
Hasta ahora, era al revés, sobre todo en determinados
sectores políticos. Cuando aquí se hablaba de Chile era para ponerlo como
ejemplo. Hace años, a la salida de la dictadura uruguaya, el chileno Hernán
Büchi, uno de los padres del sistema previsional chileno era una cara asidua en
los medios. La reforma previsional chilena, con la creación de las AFP, en
plena dictadura pinochetista, que se quiso implementar en Uruguay, demostró ser
virtualmente una estafa para los trabajadores. Uruguay hizo su reforma
previsional y ahora se apresta a profundizarla y con claros y oscuros que los
tiene sin duda, demostró ser más equitativa y equilibrada.
Las multitudinarias movilizaciones que se vivieron en Chile,
primero por parte de los estudiantes, de las que justamente Boric fue
protagonista y al final con los hombres y mujeres hartos de la desigualdad
social dejaron en evidencia el verdadero Chile.
Uruguay, en tanto, mal que les pese a los antibatllistas de
José Batlle y Ordóñez, ha sido desde siempre un ejemplo de igualdad, incluso
durante el gobierno más neoliberal que tuvo que fue el de Lacalle de Herrera,
porque se ha encontrado con los diques que la propia sociedad pone por delante.
Ayer, en la mutualista de la que soy socio me encontré con
un veterano dirigente político, ya retirado, aunque sigue en acción. Incluso se
lo ha visto en un video que se viralizó, conversando con Guido Manini Ríos tras
conocerse el resultado del referéndum. Me refiero a Alberto Volonté. Para quien
no lo recuerde, Volonté fue presidente de UTE y ahí cimentó su prestigio y fue
candidato a la presidencia de la República por el Partido Nacional en el año
1994, perdiendo las elecciones a manos de Julio María Sanguinetti por apenas un
1%.
Durante el segundo mandato de Sanguinetti, Volonté estableció
con el presidente una coalición de gobierno que se mantuvo durante casi todo el
período y que posibilitó desarrollar programas de reforma en diversos ámbitos.
La imagen pública de Volonté fue prácticamente la de un "vocero de la
coalición", su presencia mediática tenía siempre un perfil muy alto.
Este lunes, allí estaba, de calzado deportivo uno de los
hombres más influyentes de la política uruguaya de finales del siglo 20. En Chile
Volonté sería parte de la elite política que no entendió, no vio o no quiso ver
lo que pasaba en su país y fue arrasada electoralmente.
Sin embargo, en este Uruguay de la igualdad (aún) de la
movilidad social, es el país en el que un hijo de almaceneros puede ser
presidente del Banco Interamericano de Desarrollo, como Enrique Iglesias o el
hijo de un operario de Ancap puede ser presidente de la República y lo fue dos
veces, como Tabaré Vázquez. Seguramente este Uruguay es el motivo de la
admiración de Boric y es sobre el que todo el sistema político debería
conservar más allá de las posiciones ideológicas.