Ocurrió el jueves 19 de marzo allá lejos, a 7 mil
kilómetros de distancia. En La Habana, Cuba, asumió un nuevo presidente. Por primera
vez se dio un relevo donde el primer mandatario de la isla no es un Castro, no
es militar y por razones generacionales no participó en la revolución que
derrocó a Fulgencio Batista.
A través de la votación particular de lo que se conoce
como la democracia cubana,
Miguel
Mario Díaz-Canel Bermúdez fue elegido como el nuevo presidente, aunque ya se
sabía que lo iba a ser desde el año 2013, cuando lo comenzaron a preparar como
si fuera el heredero de la corona.
Ahora en el 2018 fue aprobado por 603 de los 604
diputados que votaron, es decir, con un 99.83 por ciento. (¡Cómo dudo de las
unanimidades, de los “99porciento”!) El nuevo presidente cubano se muestra como
un continuador de la política actual antes que un reformador. No en vano el
aparato del gobierno ha estado promoviendo la transición con el hashtag
#somoscontinuidad, una especie de burla cuando el acceso a internet en la isla
es deficiente, caro y reservado para pocos.
Y sí, parece que la continuidad está más que garantizada,
pero no solo por Díaz Canel, sino porque Raúl Castro seguirá siendo el primer
secretario del Partido Comunista de Cuba, y miembro de la Asamblea Nacional y
por tanto seguirá siendo la figura pública más poderosa de la isla hasta que la
biología mande.
El nuevo presidente tiene muchas tareas por delante, aunque
los eventuales cambios que quiera promover deben contar con el aval de Raúl
Castro y el Partido Comunista. Si hablamos de cambios y tareas la principal es
salir del estancamiento económico producto entre otras cosas, de ese perverso
sistema de doble moneda, uno para los locales y otro para los turistas: Los CUP
y los CUC respectivamente.
Díaz Canel deberá enfrentar el reto de la unificación
monetaria sorteando los riesgos que pueden venir asociados a esta. Cuando
Castro, Raúl, abrió tímidamente la economía a la propiedad privada en el año 2016
advirtió que eso no era un regreso al capitalismo. Así y todo, miles de cubanos
se lanzaban a la aventura de abrir sus casas para alquilar un cuarto a los turistas,
para dar un desayuno o aquellos más osados para transformar su caserón en un
Paladar, un restaurante fuera del circuito de los oficiales. Y esos privados
crecieron bajo la mirada orwelliana del régimen que no deja de ahogar todo intento
de emprender a quienes quieren salir de su ala.
Más de cuatro millones de turistas anuales llegan a Cuba
y muchos pasan por La Habana camino a alguna playa de los Cayos donde ahí sí el
capitalismo se hace fuerte y se ostenta sin pudor. Igual que en La Habana,
donde se levantan hoteles de cadenas internacionales y allí hacen su agosto los
cubanos que trabajan con los taxis, abriendo puertas o simplemente indicando a
los turistas donde comer. Ellos reciben en sus manos ávidas los CUC como pago,
como propina, un CUC un Euro.
Se da la triste paradoja que el mozo de un bar que atiende
a turistas en estos hoteles gana más que un profesor de lenguas de la
universidad de La Habana o que un médico.
El camino que emprendió Cuba ha sido largo: salió del
capitalismo, para llegar… al capitalismo. Salió del capitalismo de los años ´50
para llegar al capitalismo del siglo 21 donde el principal socio es el Estado,
es decir los Castro, sus herederos y la cúpula de las Fuerzas Armadas.
¿Todo esto qué indica?: que en Cuba ha fracasado el
socialismo de la misma manera que ocurrió en la Unión Soviética. Cuba depende
de afuera, ayer era de los soviéticos y hoy lo es del decadente régimen
chavista, que le insufla barriles de petróleo y de los millones de turistas que
dejan divisas.
Cuando se estrenó el bloqueo de Estados Unidos contra
Cuba el Che Guevara decía que eso iba a obligar a los cubanos a hacer las cosas
bien, a trabajar mejor.
Ya van para casi 60 años de bloqueo y todas las
incapacidades se justifican por el mismo y no por otra cosa. Es una respuesta
fácil, pero no es la respuesta que dan todos.
León, un atento y profesional taximetrista habanero,
oriundo de Villa Clara, igual que el nuevo presidente me dijo en estos dás
cuando le hablé del bloqueo de EE.UU: “Ante todo, nosotros debemos sacarnos el
bloqueo mental”.
León, como muchos cubanos, una gran mayoría, forma parte
de aquellos que no son un grupo político ni siquiera uno social articulado,
pero sí son los que no emigran, porque Cuba es su tierra y están orgullosos de
comer su plato de “Ropa vieja”, pero esperan respuestas y cambios.