lunes, abril 30, 2018

Ojalá que el presidente cubano Díaz Canel escuche el consejo de León, el taximetrista


Ocurrió el jueves 19 de marzo allá lejos, a 7 mil kilómetros de distancia. En La Habana, Cuba, asumió un nuevo presidente. Por primera vez se dio un relevo donde el primer mandatario de la isla no es un Castro, no es militar y por razones generacionales no participó en la revolución que derrocó a Fulgencio Batista.
A través de la votación particular de lo que se conoce como la democracia cubana, Miguel Mario Díaz-Canel Bermúdez fue elegido como el nuevo presidente, aunque ya se sabía que lo iba a ser desde el año 2013, cuando lo comenzaron a preparar como si fuera el heredero de la corona.
Ahora en el 2018 fue aprobado por 603 de los 604 diputados que votaron, es decir, con un 99.83 por ciento. (¡Cómo dudo de las unanimidades, de los “99porciento”!) El nuevo presidente cubano se muestra como un continuador de la política actual antes que un reformador. No en vano el aparato del gobierno ha estado promoviendo la transición con el hashtag #somoscontinuidad, una especie de burla cuando el acceso a internet en la isla es deficiente, caro y reservado para pocos.
Y sí, parece que la continuidad está más que garantizada, pero no solo por Díaz Canel, sino porque Raúl Castro seguirá siendo el primer secretario del Partido Comunista de Cuba, y miembro de la Asamblea Nacional y por tanto seguirá siendo la figura pública más poderosa de la isla hasta que la biología mande.
El nuevo presidente tiene muchas tareas por delante, aunque los eventuales cambios que quiera promover deben contar con el aval de Raúl Castro y el Partido Comunista. Si hablamos de cambios y tareas la principal es salir del estancamiento económico producto entre otras cosas, de ese perverso sistema de doble moneda, uno para los locales y otro para los turistas: Los CUP y los CUC respectivamente.
Díaz Canel deberá enfrentar el reto de la unificación monetaria sorteando los riesgos que pueden venir asociados a esta. Cuando Castro, Raúl, abrió tímidamente la economía a la propiedad privada en el año 2016 advirtió que eso no era un regreso al capitalismo. Así y todo, miles de cubanos se lanzaban a la aventura de abrir sus casas para alquilar un cuarto a los turistas, para dar un desayuno o aquellos más osados para transformar su caserón en un Paladar, un restaurante fuera del circuito de los oficiales. Y esos privados crecieron bajo la mirada orwelliana del régimen que no deja de ahogar todo intento de emprender a quienes quieren salir de su ala.
Más de cuatro millones de turistas anuales llegan a Cuba y muchos pasan por La Habana camino a alguna playa de los Cayos donde ahí sí el capitalismo se hace fuerte y se ostenta sin pudor. Igual que en La Habana, donde se levantan hoteles de cadenas internacionales y allí hacen su agosto los cubanos que trabajan con los taxis, abriendo puertas o simplemente indicando a los turistas donde comer. Ellos reciben en sus manos ávidas los CUC como pago, como propina, un CUC un Euro.
Se da la triste paradoja que el mozo de un bar que atiende a turistas en estos hoteles gana más que un profesor de lenguas de la universidad de La Habana o que un médico.
El camino que emprendió Cuba ha sido largo: salió del capitalismo, para llegar… al capitalismo. Salió del capitalismo de los años ´50 para llegar al capitalismo del siglo 21 donde el principal socio es el Estado, es decir los Castro, sus herederos y la cúpula de las Fuerzas Armadas.
¿Todo esto qué indica?: que en Cuba ha fracasado el socialismo de la misma manera que ocurrió en la Unión Soviética. Cuba depende de afuera, ayer era de los soviéticos y hoy lo es del decadente régimen chavista, que le insufla barriles de petróleo y de los millones de turistas que dejan divisas.
Cuando se estrenó el bloqueo de Estados Unidos contra Cuba el Che Guevara decía que eso iba a obligar a los cubanos a hacer las cosas bien, a trabajar mejor.
Ya van para casi 60 años de bloqueo y todas las incapacidades se justifican por el mismo y no por otra cosa. Es una respuesta fácil, pero no es la respuesta que dan todos.
León, un atento y profesional taximetrista habanero, oriundo de Villa Clara, igual que el nuevo presidente me dijo en estos dás cuando le hablé del bloqueo de EE.UU: “Ante todo, nosotros debemos sacarnos el bloqueo mental”.
León, como muchos cubanos, una gran mayoría, forma parte de aquellos que no son un grupo político ni siquiera uno social articulado, pero sí son los que no emigran, porque Cuba es su tierra y están orgullosos de comer su plato de “Ropa vieja”, pero esperan respuestas y cambios.

viernes, abril 27, 2018

A 32 años de la tragedia de Chernóbil

Nos habíamos casado no hacía mucho. Aún íbamos por la calle agarrados de la mano, hasta cuando íbamos de compras... Yo le decía: "Te quiero". Pero aún no sabía cómo le quería... No me lo imaginaba... Vivíamos en la residencia de la unidad de bomberos, donde él trabajaba. En el piso de arriba. Y otras tres familias jóvenes, con una sola cocina para todos. Y abajo, en el primero, estaban los coches. Unos camiones rojos de bomberos. [...]
En medio de la noche oí un ruido. Miré por la ventana. Él me vio: "Cierra las ventanillas y acuéstate. Hay un incendio en la central. Vendré pronto".
No vi la explosión. Sólo las llamas. Todo parecía iluminado... El cielo entero... Unas llamas altas. Y hollín. Un calor horroroso. Y él seguía sin regresar. [...]
Se fueron sin los trajes de lona; se fueron para allá tal como iban, en camisa. Nadie les avisó; los llamaron a un incendio normal... [...]
A veces me parece oír su voz... Oírle vivo... Ni siquiera las fotografías me producen tanto efecto como la voz. Pero no me llama nunca... Y en sueños... Soy yo quien lo llamo...
Las siete... A las siete me comunicaron que estaba en el hospital. Corrí allí pero el hospital ya estaba acordonado por la milicia; no dejaban pasar a nadie. Sólo entraban las ambulancias. Los milicianos gritaban: los coches están irradiados, no se acerquen. No sólo yo, todas las mujeres vinieron, todas cuyos maridos estuvieron aquella noche en la central.
Corrí en busca de una conocida que trabajaba en aquel hospital. La agarré de la bata cuando salía de un coche: "¡Hazme pasar!", "¡No puedo! Está mal. Todos están mal". Yo la tenía agarrada: "Sólo verlo". "Bueno —me dice— corre. Quince, veinte minutos".
Lo vi... Estaba hinchado, inflado todo... Casi no tenía ojos... "¡Leche!.. ¡Mucha leche! — me dijo mi conocida—. Que beba tres litros al menos". "Él no toma leche". "Pues ahora la beberá".
Muchos médicos, enfermeras y especialmente las auxiliares de este hospital, al cabo de un tiempo, se pondrían enfermas... Morirían... Pero entonces nadie lo sabía...
Lo anterior es un fragmento del libro Voces de Chernóbil, escrito por Svetlana Alexievich la primera periodista que mereció el Nobel de Literatura. El texto se arma con las voces de las personas que sobrevivieron a la catástrofe nuclear ocurrida el 26 de abril de 1986. Fue publicado en 1997, y fue prohibido en el país de la autora, Bielorusia, uno de los más afectados por el mayor desastre nuclear de la historia.
Morirían... Pero entonces nadie lo sabía... No lo sabía el comerciante uruguayo Rómulo Braga quien con su señora, fueron quizás los únicos compatriotas que estuvieron en Kiev a 120 kilómetros de la planta el mismo día que se produjo el accidente.
Morirían... Pero entonces nadie lo sabía... “Allí nadie se alarmó por nada, no hubo evacuación de nadie; la tranquilidad era total, no vi nada parecido a pánico”.
Morirían... Pero entonces nadie lo sabía... “La gente se comportaba allí como si no hubiera sucedido nada; se sabía que había habido un accidente pero la gente estaba completamente serena. Nos dijeron que fue una simple perdida y según se comentaba hubo dos muertos en el accidente; dos personas quemadas con agua hirviendo”
Morirían... Pero entonces nadie lo sabía... “Los comentarios de la gente en la calle era de que había habido un accidente de trabajo, como tantos y que los heridos ya habían sido trasladados a sus casas, dados de alta. Yo digo que si hubiera habido tanta radiación como dicen los telegramas (cables noticiosos) no los hubieran dejado ir a sus casas y regresar con sus familias”.
Morirían... Pero entonces nadie lo sabía... “Fíjense que cuando llegamos a Ezeiza nos vinieron a revisar para ver si teníamos radiación, se pensaban que veníamos de un hongo atómico y nos enteramos que decían que en Europa no tomaban leche a no sé cuántos kilómetros a la redonda. ¡Es ridículo!”
Morirían... Pero entonces nadie lo sabía... “La gente en Kiev no tiene ni idea de lo que se dice por ahí. Si efectivamente hubo tanta radiación tendrían que haber evacuado toda la ciudad. Lo que pasó fue que evacuaron algunos animales que estaban cerca de la central. Toda esta distracción es para hacernos olvidar lo que nos está pasando. Cuando llegué a Ezeiza vi el escándalo por lo de la central, pero en un diario, más chico había una noticia que daba cuenta de trece criaturas muertas de hambre en Mendoza. Por eso le pregunte al que nos controló la radiación si había podido medir porque se habían muerto esos chicos en Mendoza”.
Lo anterior fue lo que publicó el diario La Hora. Se trata de una entrevista que hizo el periodista Niko Schvarz, bien en línea con lo que decía Moscú en aquel momento y que aquí repicaba, punto por punto el Partido Comunista.
La prensa comunista uruguaya acusaba a los demás de manipular la información sobre Chernóbil, pero a la postre quien la manipuló fueron los dirigentes comunistas y sus medios. Eso también es impunidad.
Solo basta acudir al archivo y leer lo que se decía, por ejemplo en la página editorial celosamente custodiada por los funcionarios del comunistas como lo era Schvarz. Bajo el título “A golpe de titulares” se publicó un suelto editorial a través de la cual se cuestionaba la decisión del consulado británico de evacuar a sus compatriotas que se encontraban en la zona del desastre y se hablaba de conspiración.
“Hay que lamentar la muerte de dos personas y que 18 estén graves como consecuencia, probablemente, de un error humano publicaba por esos días La Hora, donde se ensalzaba el trabajo de los científicos soviéticos que habían logrado reducir la mínimo los daños ulteriores”
Y agregaba: “se quiere aviesamente inflar a golpe de titulares las consecuencias del accidente”, y en ese tren se subían los comunistas vernáculos para criticar a “cierta prensa uruguaya con el objetivo de sacar del centro la persistente lucha de la URSS por la paz mundial”.
Pero quizás la nota más increíble, que si no fuera trágica daría para sonreír, fue la escrita por Ricardo Sauxlund, corresponsal de La Hora en Moscú, cuando el 4 de mayo ya decía que la situación en Chernóbil “es prácticamente normal”.
Según Sauxlund todo “el escándalo” sobre el accidente en la planta tenía “la obvia intención de crear el caldo de cultivo para rechazar las propuestas de desarme soviético y la censura a las pruebas nucleares”. Sauxlund también cuestionó a los gobiernos occidentales que, por precaución, obligaron a sus conciudadanos, estudiantes, técnicos, etc., a abandonar suelo soviético. Esta decisión fue interpretada por la cúpula soviética y también por la prensa comunista uruguaya como parte de las mentiras puestas a rodar para desprestigiar a la URSS y en particular a sus científicos.
Pero la mentira tiene patas cortas y todo se sabe a su tiempo, aunque nunca hubo una autocrítica, por ejemplo de Schvarz.
Es que la realidad de lo que pasó en Chernóbil estuvo muy alejado de la verdad oficial, la del gobierno soviético que encabezaba Mijaíl Gorbachov y que se estaba ya cayendo, y la de la dirigencia comunista uruguaya.
Esta es la realidad de Chernóbil que se quiso ocultar: Los devastadores efectos del accidente no sólo tuvieron lugar en Europa del Este. La nube cargada de radiación se expandió por toda Europa y parte de Asia provocando niveles leves de radiación. Pero aunque resulte sorprendente, aún hoy viven millones de personas en estas regiones, a pesar de que aún hay 200 toneladas de material radiactivo dentro del reactor.
A causa del accidente de Chernóbil murieron 25.000 personas y se estima, además, que en el entorno de las 70.000 personas sufrieron enfermedades relacionadas al accidente.
Un dato espeluznante es que el 20% de las muertes fueron suicidios ya que el accidente no sólo provocó enfermedades y todo tipo de problemas de salud sino que tuvo también una dimensión psicológica y social.
Hubo miles de abortos ya que los médicos recomendaron a las mujeres embarazadas de la zona que no tuvieran hijos. No era claro cuáles podían ser los efectos en el feto al estar expuesto a tales niveles de radiación. Por lo tanto los médicos, ante posibles malformaciones o mutaciones genéticas, recomendaban a las mujeres que, de ser posible, practicaran un aborto.
Según los expertos puede tomar 100 años más terminar de descontaminar la zona.