sábado, mayo 19, 2018

El incómodo Director Nacional de la Policía, inspector Mario Layera


Mario Layera, un policía en la mira.

Mario Layera es policía desde hace muchos años, está considerado, junto al fallecido Julio Guarteche, como uno de los más lúcidos que ha dado el país después de la restauración democrática. En las últimas horas sus dichos, algunos de ellos polémicos, generaron una tormenta política con ruido a varias bandas.
Desde el seno del Frente Amplio y del gobierno hubo reproches y pedidos de renuncia, pero también apoyos y respaldos.
Me imagino que a Layera, a quien conozco bien, y sé de su bajo perfil desde sus épocas en que andaba camuflado persiguiendo narcotraficantes de alto vuelo, no le debe hacer gracia ver su nombre y su foto un día sí y otro también en los medios de comunicación.
O, mejor dicho, le debe hacer gracia escuchar las más variadas especulaciones sobre por qué dijo lo que dijo, sobre a quién le estaba haciendo un mandado, a cuenta de que y por qué. Hay sobre la mesa variadas especulaciones: que lo mandó el presidente Tabaré Vázquez, que es una venganza del MPP, en este caso sería el ex presidente José Mujica quien le habría mandado a hacer estas declaraciones, que el objetivo es el fiscal Jorge Díaz. En fin, solo faltó que se dijera que sus declaraciones al diario El Observador y al periodista Gabriel Pereyra formaron parte del Plan Atlanta.
Como es gratis hablar todos hablaron y especularon, pero increíblemente nadie tomó en cuenta que Layera es ante todo un policía, más allá de que ahora sea el Director Nacional de la Policía, el tercero en importancia en el Ministerio del Interior.
Pero, además, no es un policía más. Es un policía estudioso que se ha dedicado a hacer prospectiva en materia de seguridad: comportamiento social y delito.
Julio Guarteche, un policía que dejó huella
Voy a contar algo porque sé que no violo ningún acuerdo ni pacto. Hace unos diez años, Layera y Guarteche fueron los entrevistados centrales de un programa periodístico de televisión que supe co-conducir (¡qué tiempos aquellos en los que había programas periodísticos en la televisión!). Estábamos en la sala de maquillaje mientras nos preparaban para la salida al aire; allí, en una conversación informal, Layera me dijo, palabras más palabras menos: “estamos viendo con preocupación como muchos jóvenes llegan a los centros sanitarios con balazos en las piernas, debajo de la cintura y se niegan a denunciar. Está claro, agregó, que se trata de balazos intimidatorios, el problema se va a incrementar cuando se levante el caño del arma unos centímetros y ahí ya no vamos hablar de heridos sino de muertos. Es lo que se viene”, sentenció.
No pasó mucho tiempo cuando efectivamente se levantó el caño de las armas y hoy tenemos como algo ya naturalizado los ajustes de cuentas.
Layera y Guarteche, junto con el fiscal Jorge Díaz anticiparon hace seis años la llegada del sicariato a Uruguay y hablaron de los intentos de feudalización en algunos barrios y localidades del interior del país. Lamentablemente estos extremos se cumplieron.
Por eso, ahora, cuando Layera, hablando como policía alerta sobre la posibilidad de que Uruguay llegue a extremos tales como los que se vive en Guatemala o El Salvador, no se deben tapar los oídos y mirar para otro lado, o solo decir, muy suelto de cuerpo “a este milico se le fue la moto”. Hay que atender este llamado como no se hizo con los anteriores y así estamos.
"El Estado se verá superado, la gente de poder económico creará su propia respuesta de seguridad privada, barrios enteros cerrados con ingreso controlado y el Estado disminuirá su poder ante organizaciones pandilleras que vivan de los demás, cobrando peaje para todo".
¿Catastrofismo en esto? Un ejemplo: la Tahona es un barrio privado, quizás el más conocido. Está en Canelones a poco de salir de Montevideo. Es un barrio cerrado, con ingreso controlado y donde hay seguridad propia. ¿De verdad creen los que le pegan a Layera que estamos tan lejos? Más bien ya estamos.
Leyera como no lo hizo ningún otro policía habla de la necesidad de coordinar esfuerzos en el Estado. El problema es que en ninguna parte del estado se coordina algo. Es un problema de chacras, de partidos, de sectores de que cada uno tire para su lado.
Se ha dicho que sus palabras son exageradas, pero no solo Layera lo ha dicho, coindicen en esto los obispos uruguayos cuando hablan de fractura social, o cuando el intendente de Montevideo, Daniel Martínez le envía una carta al presidente de la República preocupado por la cantidad de gente que duerme en la calle, aunque no se sepa el contenido de la misma luego que presidencia se negó a darla a conocer.
Quizás donde sí se excedió Layera fue en el reclamo para acceder a la base de datos del Mides, porque de ahí se puede desprender que se cree que todos los pobres son chorros. Pero eso quedó matizado cuando afirmó que “allí hay problemas en el primer nivel de socialización, que es la familia. Tienen generaciones de familiares con antecedentes. Y allí está el mayor nivel de reproducción. (...) Mandan a la Policía al frente en vez de enviar asistentes sociales que tengan un registro histórico de esas poblaciones. Ahí es más eficiente un trabajador social que un policía".
Las palabras de Layera incomodaron a muchos, descolocaron a otros, pero fueron un buen llamado de alerta para un debate que ya no se puede esquivar.


Osho y sus misterios: Wild Wild Uruguay


Chanta es apócope de Chantapufi, viene del genovés ciantapuffi, es el que no paga sus deudas. Persona no confiable, tramposa, irresponsable, que le gusta hacer alarde de los conocimientos o de las relaciones que en realidad no posee, o jactarse de lo que no es. Descarado, desvergonzado, insolente, informal, irresponsable.

Marc Muñoz, periodista de El País de Madrid la ha calificado como la historia de no ficción más alucinante y aturdidora de la temporada: es la docuserie (documental en capítulos) Wild Wild Country, que se puede ver en Netflix.
Dirigida por los hermanos Way (Chapman y Maclain), y producida por los hermanos Duplass (Jay y Mark), la docuserie de seis capítulos, deja al descubierto una historia que, si no fuera por la abundante documentación fílmica y de testimonios, difícilmente se la podría incluir en la categoría de “basado en hechos reales”.
Es que Wild Wild Country, parece más salida de la cabeza de una mente enfermiza y alucinada que de la propia realidad.

Wild Wild Country cuenta la aventura de un gurú de la India, Bhagwan Shree Rajneesh, devenido luego como Osho.

Wild Wild Country cuenta la aventura de un gurú de la India, Bhagwan Shree Rajneesh y su grupo de seguidores que a principios de los años `80 deciden levantar una ciudad en medio del estado de Oregón, cercana a un pequeño pueblo llamado Antelope. Así, el medio centenar de habitantes de ese pueblo ve amenazado su estilo de vida ante el peligro rojo, dado que ese era el color predominante de la vestimenta de los seguidores del gurú, afectos a realizar rituales extraños y practicar el sexo libremente, entre otras actividades.
Bhagwan Shree Rajneesh, rebautizado luego como Osho, llegó a los Estados Unidos con la idea de llevar a cabo su utopía de una ciudad autosustentable y donde se pudieran desarrollar libremente, pero fracasó por la presión social de un estado conservador y por las propias purgas internas surgidas en el seno de su congregación.
La docuserie se ha convertido en un éxito en el mundo entero, incluso en Uruguay, pero, justamente, lo que no muestra es el paso de Osho por este país una vez que fuera expulsado de los Estados Unidos y empezara a recorrer el mundo en busca de refugio hasta recalar nuevamente en la India.
La huella de Osho en Uruguay que se extiende hasta estos días, tiene también aquí ribetes poco creíbles, claro que, a la escala uruguaya, como no podía ser de otra manera, con una dosis de chantada a partir de un personaje por demás singular.
Pero yendo a la historia: fue al poco tiempo de que los uruguayos se habían sacado la dictadura de encima, que Osho llegó a Uruguay donde vivió tres meses. Su estancia pasó inadvertida: en 1986 eran otras las preocupaciones y los centros de interés de los orientales.
En el capítulo 14 del libro Días de Diamante con Osho, escrito por Ma Prem Shunyo, una discípula del gurú que vivió en Rajneeshpuram, la comuna asentada en Oregón, se cuenta los días del gurú en Uruguay quien primero se hospedó en un hotel en Montevideo, presumiblemente el entonces Victoria Plaza hoy Radisson, hasta que se trasladó a Punta del Este a una gran casa.
“(…) La casa era magnífica, y como había sido construida originalmente como dos casas, luego unidas, era enorme. Afuera, enmarcado por altos eucaliptus con sus troncos descascarados multicolores, había un parque de césped, una piscina y cancha de tenis. El vecindario superaba a Beverly Hills, dijeron Hasya y John, quienes habían vivido en Hollywood antes de mudarse a Rajneeshpuram. Los cuartos de Osho se encontraban arriba de unas ondulantes escaleras. En el pequeño descanso pusimos Su mesa de comer, en frente de un angosto ventanal de 10 metros de alto, a través del cual se podían ver los árboles. Había un pequeño corredor y en un extremo, un amplio y moderno baño, casi tan bueno como el que Osho tenía en Rajneeshpuram, en el otro, un dormitorio. El dormitorio no era el más grande, pero era el único cuarto en la casa con aire acondicionado y total privacidad. Era oscuro y un tercio de él estaba particionado por una puerta corrediza de roble. Este pequeño cuarto siempre nos produjo una extraña sensación y siempre tuvo un olor raro. Acostumbrábamos bromear acerca de que debía haber un fantasma. Pero la casa estaba inmaculadamente limpia y Osho estaba conforme.
Cuando Osho llegó, (el 19 de marzo de 1986) caminó con Su mano en Su cadera admirando la casa y los jardines. Después de un par de días vino a sentarse al jardín todos los días.
Nos dama gran alegría verlo bajar esas escaleras, tomado de la mano de Vivek, pasar por la piscina hacia Su sillón, que ya preparado, esperándolo. Un día vino luciendo lo que yo llamo su camisón de dormir, una larga bata blanca y sin sombrero, pero con sus anteojos de sol Cazal, aquellos que solíamos llamar sus anteojos de mafioso. La escena tenía un aire íntimo y excéntrico. En ocasiones, trabajaría algo con Hasya o Jayesh y a veces con Anando, o simplemente se quedaría sentado, en una quietud perfecta, quizás por dos o tres horas, hasta que Vivek pasara a buscarlo para avisarle que Su almuerzo estaba listo. Nunca leía nada, nunca cambiaba de posición en el sillón, simplemente permanecía sentado inmóvil.
Mientras Él estaba sentado por la piscina nosotros nos manteníamos discretamente fuera de su vista. Osho, sin pedirlo, siempre crea un sentimiento en la gente de respetar Su privacidad. Cuando Él está con nosotros en un discurso, nos da tanto, que, si El camina alrededor del jardín, o cuando come, lo dejamos solo totalmente para sí. Si Él se encontrara, por pura casualidad, con alguien, entonces es impresionante ver con qué amabilidad El saluda a esa persona; Su mirada lo penetrará. Yo he quedado conmovida tras encuentros accidentales con El, pero, aun así, se siente mucho mejor respetar Su privacidad. Así pues, aunque vivíamos en la misma casa con Osho, Él se sentaba solo cuando no nos hablaba o nos daba un discurso.
Anando nos contó acerca de un día cuando estaba sentada con Osho en el jardín leyéndole recortes de diarios y cartas de Sus discípulos. Sopló un fuerte viento del mar y los altos árboles que rodeaban la casa comenzaron a mecerse y sacudir sus pinochas como una lluvia de pequeñas piedras. Las pinochas caían alrededor de ella y de Osho, y ella le urgió a correrse bajo el reparo del techo. Él dijo con una voz totalmente desapasionada, "No, no, no me golpearán," y se quedó tranquilamente sentado allí mientras Anando saltaba por las pinochas que caían por todos lados. Ella recordaría cuán calmado Él estaba y cuán natural su certeza de que no recibiría un golpe”.
La estancia de Osho en Uruguay se extendió hasta el 18 de junio, cuando recibió una orden del gobierno de abandonar Uruguay. En el libro se dice que fue producto de una resolución directa del agnóstico presidente Julio María Sanguinetti por presión de los Estados Unidos.
Es que antes, a Osho y sus seguidores, se les había otorgado una cédula de identidad uruguaya, un año de residencia provisional y la posibilidad de residencia permanente, e incluso se afirma que el gobierno había programado una conferencia de prensa para el día 14 de mayo durante la cual se iba a anunciar que se le otorgaba residencia permanente en Uruguay. Pero, según el libro, Sanguinetti, habría recibido una llamada de Estados Unidos la noche anterior a la conferencia de prensa. En esta llamada se le dijo que, si permitía a Osho la estancia en Uruguay, el país no recibiría más préstamos.
Uruguay fue uno de los 21 países en los que Osho pretendió instalarse luego de haber abandonado Estados Unidos. Finalmente, al no lograr asilo, regresó a la India donde, en 1990, falleció en circunstancias para nada claras.
Sin embargo, la estancia de Osho en Uruguay no fue vana y propició la instalación de una filial de su organización que quedó a cargo de Ubaldo Pino, un extraño y ubicuo personaje: psicólogo, parasicólogo, religioso franciscano, religioso islámico y oshoista, todo simultáneamente.
Para representar la filial de Osho en Uruguay, Pino se presenta como discípulo personal del gurú desde el año 1984, habiendo vivido, según dice, en la ciudad de Rajneeshpuram levantada en Oregón. De acuerdo a la página Osho Uruguay, Pino adoptó en el año 1987 el nombre de Swami Sangit, habiendo fundado el Centro Osho Uruguay en el año 1990, justo el año en que falleció el gurú.
Pero los años no dan porque para esas fechas, Pino también era un religioso islámico.
Esto surge, increíblemente del dictamen del fiscal argentino Alberto Nisman, sobre la causa de la Amia. En ese documento el fiscal argentino procuró demostrar como el régimen de los ayatolás pretendía exportar la revolución iraní a otros países. Según Nisman ese fue el objetivo del Centro Cultural Islámico de Montevideo que se instaló en una casa ubicada en la calle Rivera y Mario Cassinoni, propiedad de la embajada iraní pero que fue comprada en el año 1988 por un hombre llamado Moshe Rabbani, quien a la postre fuera señalado como uno de los autores intelectuales del atentado contra la mutual judía.
Al frente del centro, Rabbani colocó a Mohammad Riad Abbas quien era de la inteligencia iraní. Ubaldo Pino que era la conexión uruguaya, se había convertido al islam en 1983, habiendo adoptado el nombre de "Mohamed Alí Sanawbarin". En su dictamen, Nisman informa que Pino realizó viajes a Irán y a la Meca y agregó a modo de información que antes de convertirse al islam fue Secretario de Relaciones Internacionales del Partido Alianza Libertadora Nacionalista. Finalmente, en 1992, Rabbani apartó a Pino del Centro Islámico.
Se supone, entonces, siguiendo el derrotero espiritual de Pino, que luego de su fracaso como referente islámico se dedicara por entero a Osho.  Pero no. En el año 2001 inauguró en el Palacio Legislativo el Primer Encuentro Latinoamericano de religiones, con la presencia del Cardenal Walter Kasper y el Gran Rabino de París entre otros. En el año 2003 Pino es presentado en la prensa como especialista en sectas y religioso franciscano, integrado a la comunidad religiosa “La Paz”, dedicada a dar caridad y refugio a personas en situación de calle.
En noviembre de 2003 Pino participó en el Ateneo de Montevideo en la presentación del libro El Pecado del Silencio, del escritor Santiago Tricánico junto al profesor Renzo Pi Ugarte, la editora del libro, profesora Carmen Galusso, y la escritora judía y sobreviviente del campo de exterminio de Auschwitz Ana Vinocur. Una semana más tarde, según una crónica del diario La República de ese año, el Arzobispo de Montevideo Nicolás Cotugno ordenó la expulsión de Pino de la comunidad La Paz. Esa nota finalizaba diciendo que Pino estaba en situación de calle.

Ubaldo Pino, el representante de Osho en Uruguay, ubicuo personaje con variada actividad "espiritual".


Sin embargo, parece que firmó la paz con Cotugno luego que en el año 2011 es ordenado presbítero en la Iglesia Católica Liberal y nombrado párroco de la Capilla Nuestra Señora de los 33 en Montevideo, luego de ser islamista y para esa fecha ser oshiosta.
En el año 2014 participó en el diálogo interreligioso en el Edificio del Mercosur, convocado por el Parlasur, junto con representantes de diversos cultos: la iglesia católica, la fe judía, los afroumbandistas, los evangélicos, etc. Allí Pino no fue en calidad de oshiosta, sino como representante de la de la Iglesia Católica Liberal.
¿Quién es Pino entonces? Es muy difícil de encasillar a Ubaldo Pino. Según su perfil de Facebook es Coordinador en WTT-América. WTT es una organización que sigue los “Brotes de Sabiduría de Sri K. Parvathi Kumar”, Maestro de la Nueva Era. Pino también se denomina representante de United Religions Initiative, pero a la vez es docente en Escuelas de Misterios Ancestrales, Swami en Yoga Kundalini Uruguay - Tantra Rojo, y Satsangui en SOS Uruguay, esta última es una organización que orienta el maestro indio Sant Rajinder Singh, experto en meditación con centros en más de 40 países.
Ubaldo Pino se presenta también como Párroco en la Iglesia Católica Liberal – Uruguay, y Fundador en Transcultural Uruguay, un ámbito de investigación para el crecimiento, transformación, desarrollo e integración armónica del ser humano.
Es también terapeuta en consultorio coaching holístico, Coordinador en Centro Osho Uruguay y presidente ejecutivo en el Instituto de Parapsicología del Uruguay.
Pino es un hombre con una amplia y vasta actividad religiosa y espiritual, casi se diría sin límite, más allá dde los límites con una sorprendente capacidad de desdoblamiento en el espacio y en el tiempo. Ubaldo Pino es, en suma, un experto en atrapar incautos.


El gurú de Cerrillos y Osho



Arno Wollensak, discípulo de Osho y líder de la secta  "Licht-Oase" . Apareció muerto en una playa de 

La Floresta.

 


Si Ubaldo Pino es la síntesis del chanta, Arno Wollensak fue la del abusador. Arno Wollensak fue otro gurú envuelto en la oscuridad.

Como si fuera una contradicción, Wollensak era el guía espiritual de una secta desarrolladas en Europa conocida con el nombre de "Licht-Oase" (Oasis de Luz).
Su esposa, Julie Ravell, formaba parte de la conducción de la secta, y se desempeñaba como médium para el espíritu “ramtha”, el iluminado.
“La familia” como se autodenominaba el grupo, llegó a estar integrada por 40 seguidores.

Los miembros del grupo le cedieron al gurú y a la organización, la totalidad de sus 

bienes, calculados, según la justicia alemana, en varios millones de euros. Tenían propiedades en Francia y en la isla de Man en el mar de Irlanda.

Vivieron en Austria, Portugal, y por último Belice en Centroamérica, donde la secta se disolvió y Wollensak y su mujer, Julie Ravell, junto a otra integrante, Ursula Frei, se instalaron en Uruguay.

Wollensak y Ravel huían de la justicia alemana luego de una denuncia de abuso sexual por parte de Lea Sarkis, hija de Ursula Frei.
El 28 de agosto de 2016, un cuerpo fue descubierto flotando en el balneario La Floresta. Estaba esposado, con las piernas atadas a la altura de los tobillos, cinta plástica tapando la boca, una bolsa en la cabeza y un precinto asegurándola.
El ahogado era Wollensak, un ex discípulo de Bhagwan Shree Rajneesh, Osho, que había decidido abrirse por su cuenta.
Ravell y Frei desaparecieron sin dejar rastro. Nunca se supo quién o quienes mataron a Arno Wollensak.