miércoles, diciembre 02, 2020

El Ministerio del Interior y la gestión en seguridad en un lugar donde “hay mucho falluto en la vuelta”

 

El ministerio del Interior cruje, ya se sabe. Pero no es nuevo, siempre crujió. Ahora fue por el episodio a través del cual el ministro Jorge Larrañaga echó al jefe de policía de Montevideo Erode Ruiz, quizás hoy el policía con mayor ascendencia entre sus pares, todo porque mantuvo una reunión con Gustavo Leal, el ex director de convivencia del ministerio del Interior durante la gestión de Bonomi.


En esa reunión, según reveló el colega Gabriel Pereyra, había quedado establecido una suerte de teléfono rojo para cuestiones de convivencia ciudadana y/o denuncias que podían llegar a Leal por el conocimiento que había trabado con los vecinos a raíz de su trabajo, no solo en el ministerio, sino de años anteriores en instituciones como El Abrojo.

Pero ahora el teléfono rojo no va más.

Este lunes pasado Leal llamó a Ruíz para avisarle que habían desalojado a una familia en el barrio Flor de Maroñas. El sociólogo intervino para que denunciaran. Ruíz lo habilitó porque entendió que Leal tenía más y mejor información que Santiago González, actual director de convivencia. El rol que Ruíz le estaba otorgando a Leal no cayó bien en González primero y en el ministro después.

Desde el punto de vista estrictamente institucional hizo bien Larrañaga en tomar esa decisión, Erode Ruiz debió informar de sus contactos con Leal.

Ahora, no es esta la primera vez que no informan a Larrañaga de alguna acción.

El Director de la Policía Nacional, Diego Fernández, sin que supiera Larrañaga decidió por sí y ante sí sacar la placa recordatoria de Julio Guarteche que estaba en la sede de la dirección de Inteligencia.

Larrañaga lo hizo dar marcha atrás, pero no lo echó.

Fernández como Ruiz tiene un cargo de confianza política y sin embargo quedó en su puesto sin más.

A Erode Ruiz se lo despidió.

¿Por qué esa doble vara? Es que Larrañaga no lo quería, se lo pusieron. Erode Ruiz, blanco herrerista con línea directa con el presidente, jugó al límite y Larrañaga no se lo perdonó. Lacalle no pudo hacer nada para defender a su hombre. Tuvo que elegir.

Y lo de Erode Ruiz no fue un error, aquí no hay ingenuos: Ruiz quiso que se supiera. Citó a Leal el viernes pasado, a la misma hora que el director de convivencia del Ministerio del Interior, Santiago González, estaba reunido con los jefes policiales en la sede de jefatura de Montevideo para establecer una estrategia frente a las fiestas clandestinas por el peligro que representan a raíz de la pandemia. Todos los vieron allí y esa visita no tardó mucho para que llegara a oídos del ministro.

¿Hizo mal Erode en hablar con Leal a quien conocía bien? No. La misión del policía es resolver los delitos y buscar la manera de hacerlo como policía y por eso habló con alguien que lo podía ayudar. Erode pensó y actuó como policía. No se lo puede condenar por ello.

Larrañaga pensó y actuó como un político.

En 1995, bajo el segundo gobierno de Julio María Sanguinetti el inspector Roberto Rivero inició un camino de profesionalización de la policía, por lo menos en el área de drogas. Limpió el campo y empezó a armar un equipo y una estructura.

A Rivero lo siguió Julio Guarteche y la política antidroga se mantuvo en sus líneas generales hasta el gobierno pasado. Fueron 25 años de política de estado. Dos gobiernos colorados y tres del Frente Amplio.

Sanguinetti, Batlle, Vázquez, Mujica y de nuevo Vázquez.

Hoy se decidió no seguir ese camino.

En el Ministerio del Interior no hubo transición. Hubo una sola reunión general, después no hubo reuniones particulares de cada jerarca, o sea no había interés de seguir con una política de estado.

La realidad lo mostró: los oficiales de la era Guarteche, Carlos Noria, último director de la Dirección de Drogas, Mario Layera, director Nacional de la Policía, William García, director de Inteligencia, Julio Sena, director de Crimen Organizado- Interpol, y Robert Tarocco, sub jefe de policía de Montevideo pasaron a retiro, lo mismo ocurrió con el designado jefe de policía de Artigas, Alberto González Ríos relevado cien días después. Salvo Layera, ya jubilado y que estaba en un cargo de confianza política, los demás podían haber seguido con su carrera.

Tampoco están los comisarios más jóvenes como Alfredo Clavijo, ex director nacional de la Guardia Republicana ni Ana Sosa, directora del Centro de Monitoreo. Sobre esta mujer me soplaron un dato. En los días previos a su asunción como ministro se la sugirieron para un importante cargo dentro de la estructura de esa cartera. La comisaria Sosa ha demostrado ser una policía inteligente en todos los lugares donde ha actuado. Larrañaga la rechazó: es amiga de Layera, dijo.

Más cambios: Washington Pereyra, jefe de la Unidad Táctica de Negociadores pasó a otra dependencia, la Oficina De Supervisión de Libertad Asistida y virtualmente en el frezzer está el oficial Pablo Lotito, uno de los mejores investigadores policiales, director de la cárcel de Domingo Arena. Además, fueron removidos otros seis oficiales superiores, miembros de la dirección de Drogas en tiempos de Guarteche.

Mal camino si la causa del despido Ruiz obedece a que el jerarca policial dialogaba con un ex funcionario de pensamiento político diferente. Así será muy difícil poder superar los problemas estructurales del delito. Sin políticas de Estado, toda acción será inconducente.

Por último, hay que destacar la actitud de Gustavo Leal que colaboró cumpliendo su deber, lo hizo como ciudadano, capaz que también como político, pero tendiendo puentes. También deberíamos preguntarnos por qué los vecinos damnificados confían en Leal y no en González. ¿No será que en el Ministerio hay algo más que este asunto Ruiz, Larrañaga, Leal?

Por ejemplo, ¿cómo se explica el tuit de Juan Andrés Ramírez Saravia, coordinador nacional del Programa Integral de Seguridad Ciudadana del ministerio? “Vengo juntando rencor, bronca, y eso no es bueno. Mucho falluto en la vuelta. Les aseguro que es bravo el día a día. Hay caminos que no volvería a recorrer”, dijo y dio a entender que sus problemas radican en conflictos internos.

Como sea, ahora para evitar futuros desencuentros, Fernández, el director de la Policía Nacional, envió una orden de servicio a todos los jefes de Policía y a los directores nacionales de las distintas dependencias del ministerio a través de la cual ordenó informar con antelación a la Unidad de Comunicación de la cartera cualquier participación en un acto o conmemoración, o cualquier invitación a autoridades fuera de la órbita del gobierno y también los contenidos de los discursos que eventualmente se realicen. Parece que hubo algunos deslices. En fin, la Policía es también una organización vertical, no hay que olvidar eso.

Las ausencias en el homenaje por los 100 años del PCU: un recuerdo para Jaime Gerschuni Pérez


Se desarrolló en la Cámara de Diputados el homenaje al Partido Comunista del Uruguay por el centenario de su fundación. Participaron obviamente los legisladores del Frente Amplio, del Partido Nacional, el Partido Colorado, el Partido Independiente y el Peri, no así Cabildo Abierto. 

No voy a referirme a lo que se dijo ayer en la cámara. Sí destacar que más allá de discrepancias, los partidos verdaderamente republicanos estuvieron presentes. Los que no tienen esa concepción de la República estuvieron ausentes.

Si voy a hablar de otra ausencia que hubo ayer.

Porque estos cien años del Partido Comunista del Uruguay son buenos para recordar a un hombre, a una persona que fue el secretario general del PCU y que, por esa razón, por ser comunista, fue objeto, durante la dictadura, de las torturas más aberrantes. Me voy a referir y a recordar Jaime Pérez, que en realidad se llamaba Jaime Gerschuni Pérez.

Jaime Pérez, un obrero peletero que llegó a ser diputado y el hombre más importante del PCU en los inicios de la década de los años 90, fue el que tuvo que dirigir a su partido en medio de la hecatombe de la Unión Soviética y la caída de todo el bloque socialista.

Y lo hizo de frente, sin abdicar su condición de comunista, pero levantando las banderas de la democracia, abriendo al PCU, no cerrándolo y nunca actuando como si él y solo él tuviera la verdad revelada. Jaime Pérez no era un teórico, al estilo de Rodney Arismendi el ex secretario del PCU a quien tuvo que suceder. Era un pragmático, era, al decir de Antonio Machado un hombre bueno.

En 1986 estaba muy enfermo y fue a la URSS y allí le diagnosticaron un cáncer de páncreas y le dieron muy pocos meses de vida. Regresó a Uruguay a morir, pero si algo necesitaba para saber que aquello se estaba derrumbado, fue tener ese diagnóstico, que resultó a todas luces errado: aquí en Uruguay dieron con la verdadera enfermedad, fue tratado y vivió muchos años más. 

Seguramente su salud se debió ver afectada por las torturas que recibió en la cárcel, por ser comunista y ser judío. Pero el nunca habló de ello. Tampoco hablaron ayer sus compañeros.

Con Jaime Pérez dirigiendo el PCU y teniendo un poderío importante en la interna del FA con aquel agrupamiento llamado Democracia Avanzada, fue que el Frente Amplio aprobó la candidatura de Tabaré Vázquez a la intendencia de Montevideo.

El PCU dirigido por Pérez fue artífice de que Danilo Astori encabezara todas las listas al senado, sabiendo que los que iban a perder ese senador era la lista 1001, pero lo hizo para darle más frenteamplismo al PCU, frente a cierta ortodoxia que crecía.

En 1991 y 1992 sobreviene la crisis del PCU. Fue Jaime Pérez quien entendió el momento histórico que se vivía y entendió que el PCU debía renovarse y promovió el abandono del concepto de la dictadura del proletariado. Fue ante una pregunta de Omar de Feo sobre la dictadura del proletariado: “A mí no me gusta ningún tipo de dictadura” dijo Jaime Pérez ¡oh sacrilegio! frente a las cámaras de televisión. Esa frase desató un vendaval en la interna del PCU y en la izquierda. Años de certezas se cayeron esa noche.

“Cuando Jaime Pérez renegó de la dictadura del proletariado y sostuvo que para los uruguayos el voto es un instrumento fundamental, para pasar luego a la propuesta socialista democrática y plural, llegó al punto culminante de esa búsqueda en clave renovadora. La necesidad de crear un partido socialista y democrático era la consecuencia inesquivable. La ortodoxia se aferró a sus certezas –destruidas, pero certezas al fin– y dio una lucha durísima para salvar a un partido que se negaba a dejar de ser”, escribió en la diaria en junio de 2018 el historiador Fernando López D’Alesandro.

Aquella concepción antidemocrática de la dictadura del proletariado fue combatida por Jaime Pérez y eso provocó una suerte de implosión en el PCU. Perdió. El paso que quiso dar Jaime Pérez fue algo muy audaz y por eso fue acusado de todo lo peor. Paso de ser héroe a villano, lo llegaron a llamar traidor, ¡justo a Jaime Pérez!

Cuando murió en el año 2005 fue velado en el palacio Legislativo, el salón de los Pasos Perdidos. Fueron todos sus adversarios políticos, de otros partidos, pero no fue la plana mayor del PCU de ese momento. Por eso, en este momento para recordar, recordemos todo.


La filtración de los FinCen, una mirada desde el periodismo y algunas preguntas

 


El avance de la pandemia del Covid en el mundo y en particular en Uruguay lleva a que temas que son de primera línea en las agendas queden relegados.

Uno de esos temas ha sido la reciente filtración de datos provenientes de la FinCen, la Financial Crimes Enforcement Network, una oficina del Departamento del Tesoro de Estados Unidos que recopila y analiza información sobre transacciones financieras para combatir el lavado de dinero, el financiamiento del terrorismo y otros delitos financieros nacionales e internacionales.

Esta filtración y su difusión ha demostrado como los poderosos del mundo evaden y lavan dinero sucio y lo poco que se hace para frenarlos. Como ocurre siempre, el culpable es el mensajero.

Durante 30 años el gobierno de los Estados Unidos estuvo ocultando información sobre la guerra de Vietnam, hasta que New York Times primero y el Washington Post después, publicaron en 1971 los llamados Papeles del Pentágono. En aquella oportunidad fueron acusados de poner en peligro la seguridad nacional.

Esta historia está contada por Steven Spielberg en The Post, un filme que se puede ver en Netflix.

Aquellas revelaciones expusieron a la vista de todo el mundo cómo varios presidentes y sus administraciones habían mentido sobre el desarrollo de aquel conflicto.

Tras la publicación de los documentos, aquella guerra, altamente impopular entre la población no solo de Estados Unidos, sino en el mundo entero, aceleró su fin con la retirada de los norteamericanos de Vietnam. Fue una guerra que dejó horror y cientos de miles de muertos en ambos bandos.

La seguridad nacional ha sido la gran razón esgrimida por quienes condenaron la publicación de los documentos filtrados por WikiLeaks sobre la guerra de Irak.

La misma razón se aplicó cuando se conocieron los Panamá Papers y ahora también con la filtración de los Fin Cen Files.

La seguridad nacional aparece entonces como una entelequia usada para dar cobertura a la criminalidad de los gobiernos, de los poderosos y siempre ha sido clave en todos los casos para desvelar los hechos, el papel del periodista, el rol de los medios de comunicación en desenmascarar estos casos.

Los medios y los periodistas transparentan lo que los gobiernos y los poderosos ocultan. En el caso de los Fin Cen, los bancos quedaron expuestos en esta masiva filtración que fue una filtración así nomás, al barrer. Detrás de cada artículo publicado hay un trabajo de profesionales de la comunicación que avalan cada documento. No es menor.

En su obra De la guerra, Clausewitz acuñó el término “niebla de la guerra” que hace referencia a la confusión reinante durante un conflicto bélico tradicional, en el que debido a diversos factores como retrasos, confusiones, incertidumbres, etc. resulta difícil coordinar y planificar operaciones.

Se está entonces en un escenario que permitía muchas ambigüedades y mantenía unas zonas tan opacas que era muy difícil acceder a una información verídica de los hechos.

Recordar esta metáfora viene bien ahora en este caso de los Fin Cen files ya que en las guerras actuales la tecnología ha despejado aquella niebla.

El investigador y profesor en el Instituto Universitario de Lisboa Marcelo Moriconi recuerda que los jugadores de fútbol se dieron cuenta que debían taparse la boca para hablar entre ellos durante un partido porque con la tecnología se podía descifrar lo que conversaban. El sistema político todavía no se ha dado cuenta que sus opiniones en las redes sociales dejan huella y ya no pueden mentir o modificar sus opiniones dependiendo de sus conveniencias.

Antes se podía ocultar debajo de la niebla. Ahora no.

Y claro que nos podemos hacer muchas preguntas: ¿Quién puede asegurar cuáles son los verdaderos intereses detrás de las filtraciones? ¿Por qué se filtran unos datos y no otros? ¿Por qué los involucrados en los Panamá Papers o en los FinCen son quiénes son? ¿Podría haber más gente que, intencionalmente, no fue delatada? ¿Las filtraciones son la pura verdad? Los periodistas que nos hemos hecho eco de las filtraciones o de las delaciones premiadas de la justicia por ejemplo en el caso de Odebrecht o Lava Jato, ¿somos peligrosos para la sociedad?

La transparencia brinda datos, no intenciones.

Como sea, cada día es más difícil mantener el secreto, y más cuando se utiliza para ocultar conductas condenables. Puede ser polémico la forma de acceder a esa documentación, pero ello no altera el contenido de esos archivos.

Estas filtraciones, la de los Panamá Papers antes, los SwissLeaks, después o FinCen files ahora, dejan expuesto a la luz pública lo que está oculto, escondido y que ese dinero, que, por los pactos celebrados en cada país, debería ir a las arcas públicas, no va.

En general los implicados se defienden alegando desconocimiento, algunos, negación, otros. Las personas pueden decir y aducir lo que quieran, cada país tiene su nivel de tolerancia: en Islandia, por ejemplo, debido al escándalo de los Panamá Papers y la presión de la opinión pública debió renunciar el primer ministro. En Rusia, a Putin ni se le movió un músculo.

Demuestra también, que hay sectores de la población que tienen privilegios que les permite guardar el dinero en lugares donde se lo guardan sin preguntar cómo lo hizo ni de donde proviene. Y ese dinero no va a donde teóricamente debería ir, estos son, las inversiones que favorecen a la mayoría de la gente, levantando hospitales, haciendo rutas o viviendas o para la educación pública, etc.

Finalizo entonces con otra pregunta: ¿si lo sabemos, si lo investigamos, vamos a callarnos?

 

 

Covid 19: cuando falla, una vez más, el sentido uruguayo de la excepcionalidad

 Otra vez el sentido de la excepcionalidad, algo tan uruguayo, falló. Hace unos cuantos años fue con la dictadura. Los uruguayos nos creíamos inmunes a ese flagelo que azotaba a la región. Recuerdo que en la escuela a donde concurría, la maestra llegó a arriesgar que en Uruguay no había dictadura, en aquel momento la había en Brasil y Argentina, porque “somos cultos”.

Vino la dictadura en junio de 1973 y los militares se quedaron 12 años y bueno, la conclusión que saqué entonces sobre lo que me había dicho la maestra era que habíamos dejado de ser cultos. Y en verdad no fue eso, es que falló el sentido uruguayo de la excepcionalidad.

Antes de la dictadura, durante mucho tiempo, Uruguay creyó que era imposible la aparición de una guerrilla. Hubo claras señales de que eso podía llegar a ocurrir, pero nadie le prestó atención. Y la guerrilla llegó, se llamó Movimiento de Liberación Nacional –Tupamaros. Aquí también falló el sentido uruguayo de la excepcionalidad.

Mucho tiempo después, cuando el narcotráfico con las muertes violentas comenzó a azotar la región, aquí en Uruguay se decía que nuestro país estaba inmune a ello porque la droga solo estaba de paso. Y otra vez falló el sentido uruguayo de la excepcionalidad.

Lo mismo ocurrió con la crisis del 2002. Se caía Argentina, devaluaba Brasil y aquí, recuerdo al presidente del Banco Central, Humberto Capote, decir “estamos blindados, no va a pasar nada”. Y, ¿hace falta repetirlo? Otra vez falló el sentido uruguayo de la excepcionalidad.

Desde el mes de marzo un extraño virus proveniente de China que había hecho estragos en Europa llegó a la región y también a Uruguay. Argentina, Brasil y Chile se vieron afectados de tal manera que en el caso de Argentina se impuso el #quedateencasa de manera obligatoria. Brasil con un presidente que no da crédito a la peligrosidad del virus se transformó en uno de los países más afectados en el mundo y en Ecuador, Chile y Perú se llegó a la crisis sanitaria.

Aquí en Uruguay, otra vez como en los casos anteriores pensamos que éramos diferentes, que el Covid 19 no iba a ser un problema, hasta se ha podido ver un spot publicitario donde la lucha contra el virus se asemeja a un partido de futbol y se apela a la garra charrúa. Y otra vez parece que el sentido uruguayo de la excepcionalidad ha fallado.

Día tras día se vienen batiendo récords de casos nuevos y la bandera amarilla ya flamea frente a los uruguayos como un problema sanitario sí, pero también que afecta otros aspectos de la vida del país, la economía fundamentalmente.

Las autoridades sanitarias recomiendan “reducir los círculos de contacto social, el tiempo de las reuniones, al uso permanente de los tapabocas, distanciamiento físico, ventilación e higiene. Y agrega, sin utilizar medidas restrictivas en la movilidad social, la prevención personal es la única herramienta para reducir el aumento de contagios".

Es decir, se deja una puerta abierta a las restricciones. Sin “medidas restrictivas en la movilidad social” es casi advertir que esas medidas pueden ser el plan B si la “libertad responsable” deja de dar buenos resultados.

Los expertos del Grupo Asesor Científico Honorario alertan sobre la posibilidad de que se complique el rastreo de los contactos de las personas enfermas porque la cantidad creciente de casos pone a prueba la capacidad de seguir el hilo de la enfermedad y con ella la capacidad de contener la transmisión social.

¿Qué ha pasado? Ha cambiado el comportamiento de la gente, que le ha perdido el respeto al virus, es que nos hemos creído aquello de lo excepcional del Uruguay. Pero solo basta ver lo que ha ocurrido en otros países para saber que aquí, fatalmente, va ocurrir lo mismo. Es que Uruguay no es tan excepcional.

jueves, enero 16, 2020

Pacha Cantón: “el tirador de chanchos”


Todas las crónicas periodísticas de estos días señalan a un empresario argentino Eduardo “Pacha” Cantón como responsable de haber tirado desde un helicóptero un chancho o un cordero desde las alturas hasta la piscina de la finca del empresario argentino Federico Álvarez Castillo en José Ignacio.
Se ha hablado mucho, del derecho y del revés del empresario Álvarez Castillo y de su esposa una modelo, Lara Bernasconi, pero poco el del “bromista”, el señor Pacha Cantón.
En el año 2014 publiqué un libro de investigación sobre el narcotráfico en Uruguay. Narcos en el Uruguay se llamó y entre las historias estaba la de Lilio Maurilio Martínez, el Lilo, capo narco del oeste del Uruguay, asesinado de varios balazos el 9 de abril de 1999.
Lilo tuvo vínculo con Pacha Cantón. Igual voy a detenerme en trascribir lo publicado en aquel momento, cuando describía quien era este emprendedor, el señor Eduardo Pacha Cantón, el bromista tirador de chanchos o corderos.
“Si hay un responsable, para bien o para mal, de haber puesto a la ciudad de Carmelo en el mundo, ese es Eduardo Pacha Cantón, un controvertido empresario argentino radicado en la zona oeste del país.
Las visiones sobre Cantón no tienen término medio, con él las cosas son blanco o negro; pero lo cierto es que logró unir, en la tranquila localidad de Carmelo, el mundo de los negocios con el del show que alimenta a diario los programas de televisión y las revistas de la farándula.
Eduardo Cantón fue el precursor de las inversiones de argentinos, cuando puso la mira en la costa uruguaya y de su mano llegaron varios de sus coterráneos con ánimo emprendedor.
En la ciudad de Carmelo –a la que, según dijo en una entrevista, soñaba con posicionar entre los primeros lugares del turismo internacional– construyó, a mediados de los noventa, un emprendimiento múltiple con el club el Faro como eje y se expandió a un campo de golf y una marina. También desarrolló su marca insignia, Finca y granja Narbona, donde funcionan una bodega, una quesería, un restaurante de campo y una posada. El éxito de Narbona en Carmelo lo impulsó a abrir otra sede en Punta del Este, donde fue protagonista de la movida en temporadas pasadas.
En la búsqueda de inversores se asoció a Laith Pharaon, hijo del magnate árabe Gaith, expropietario del Hotel Hyatt en Buenos aires y del Banco de Crédito y comercio Internacional, que tuvo que cerrar por acusaciones de lavado de dinero. Con una inversión millonaria en dólares –que incluyó una participación minoritaria de Cantón–, se levantó el hotel de superlujo Madison, golf y spa resort de Carmelo. Por esta vinculación con Pharaon, la jueza María Servini de cubría investigó a Cantón por lavado de dinero, aunque no fue procesado. Hoy en día, ese hotel de superlujo, con la marca Four Seasons, es propiedad de un grupo inversor que encabezan Cantón y su socio, Alejandro Crespo.
Con el paso de los años, Cantón se dedicó a desarrollos inmobiliarios en la zona, que se dice es la José Ignacio del oeste. De esta manera consiguió interesar a varias personas de distintos ámbitos: desde Susana Giménez –de cuyo exyerno, Eduardo Celasco, es muy amigo–, quien invirtió en terrenos en la zona asesorada por Cantón, hasta el expresidente de la sociedad rural argentina, Hugo Biolcati, pasando por Jorge Brito, titular del Banco Macro, y Ernesto Clarens, titular de la firma Invernes S.A.
A instancias de Cantón, Federico Bonomi, el dueño de Kosiuko, también se instaló en Punta Gorda, Carmelo-Nueva Palmira, con una posada y un club de campo. También lo hizo Alejandro Gravier, marido de Valeria Mazza, para invertir junto con Cantón en Viñas del Este, un proyecto de chacras de lujo con viñedos propios dentro de Narbona. Pero la sociedad no duró.
En los últimos años, Pacha Cantón había optado por bajar su perfil. Pero un accidente, ocurrido el 3 de febrero de 2012 con su yate en el Delta del Tigre, lo colocó nuevamente en el centro de la escena. Esta vez no fue ni por sus emprendimientos ni por su sociedad con Pharaon, sino porque en un desgraciado accidente atropelló una canoa y mató a una mujer y su hija de años, como aseveró el diario Clarín en su momento, que accedió a la causa judicial.
Tan bajo perfil tiene ahora, que desde hace un tiempo ni siquiera participa de la fiesta top del verano puntaesteño que se realiza en la chacra La Noor, de su exsocio, el financista saudí Laith Pharaon.
Una crónica del diario El País dio cuenta de quienes sí participaron en la fiesta del verano de 2014: el exbanquero Juan Peirano Basso, quien llegó acompañado de su joven pareja; el expromotor futbolístico Guillermo Coppola; el conductor Marcelo Tinelli con su pareja Guillermina Valdés y su hija Micaela; la modelo Jesica Cirio, entre otros.
Los vuelos fantasmas
Cuando en mayo de 2013 en el programa Periodismo para Todos del periodista argentino Jorge Lanata, se denunciaron los vuelos fantasmas a Zagarzazú, el aeropuerto de Carmelo, todo el mundo se asombró, salvo los propios carmelitanos.
Los helicópteros paran en el Faro a cualquier hora, de día o de noche, y mucho rato después pasan por el aeropuerto a llenar los formularios correspondientes.
Los aviones cuyos pasajeros buscan discreción en lo que transportan llegan al final de la pista, donde los espera un vehículo, generalmente con chapa argentina, en el que descargan el equipaje. Luego, el avión da la vuelta y llega al destacamento de aduana y Migraciones para hacer el papeleo. Eso es algo que han visto una y mil veces los vecinos del aeropuerto Zagarzazú.
En un documento confidencial de la Jefatura de Policía de Colonia, fechado en mayo de 1999, donde se informaba sobre el volumen del tráfico aéreo en la zona. «Los vuelos son a la última hora de la tarde incluso hasta los días domingo. Los helicópteros saldrían, según el testimonio de un pescador de la zona, de una estancia situada en el departamento de Soriano, entre el río Uruguay, el río San Salvador. También, pero en horas de la madrugada, se ven operar avionetas en el Balneario Zagarzazú, donde está ubicado el aeropuerto del mismo nombre». En esas oportunidades, muchas veces se vio operar a gente de la organización de Lilo Martínez”.